Rindiendonos al amor

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Solemos pensar en el término “rendición” o “entrega” como algo negativo. Lo hemos visto en las películas miles de veces, los débiles son los que sacan la bandera blanca en las guerras en señal de rendición y los fuertes son los que nunca, ¡jamás! se rinden.

Llevo unos años dándole vueltas al echo de que realmente no entendemos que Dios es amor y por lo tanto nos da miedo rendirnos. No estamos seguros de lo que va a hacer. El no saber el futuro, el no saber si nos va a pedir que dejemos nuestros trabajos o que vayamos a otro país o que hagamos el ridículo delante de nuestros seres queridos, nos pone nerviosos. Pero, ¿y si realmente es quien dice que es? ¿y si es amor y todo lo que nos pide es bueno?

El reino de Dios funciona al revés que el reino natural. En el reino de Dios, la rendición es positiva. Yo me rindo para que Él gane, yo me rindo para que Él me haga fuerte, yo me rindo para que Él sea glorificado. En el mundo la rendición es despreciable pero en el reino hay belleza y victoria en completa rendición…porque Él es amor.

La realidad es que cuando nos rendimos – diariamente más y más – no nos estamos rindiendo a una persona con un plan egoísta, nos estamos rindiendo al amor y cada vez que nos rendimos, cada vez que le decimos de corazón “aquí estoy, haz lo que quieras, envíame a mí”, estamos permitiendo que él nos revele las profundidades de este amor. Verdaderamente Él está “por nosotros y no en nuestra contra” y cualquier plan que tiene para nosotros no es sólo mejor para el reino, sino que a la larga es mejor para nosotros.

Así que, hoy, mientras te rindes más a él, recuerda que no te estás rindiendo o entregando a una persona terrenal. Te estás rindiendo a una persona cuyo nombre es amor.