¿Vino o langostas?

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Llevo varias semanas estudiando los profetas mayores. El rol y el llamado de estos profetas era hablar de parte de Dios, en el periodo justo antes de que el pueblo fuese llevado en cautiverio, y durante este mismo cautiverio. Su trabajo era por un lado ser una voz de aviso y de explicación del juicio venidero, y por otro lado, ser una voz de consuelo en uno de los momentos más oscuros de la historia de Israel.

Una de las cosas que más me llamó la atención de sus vidas, fue la soledad en la que vivieron su fe y su llamado. De hecho, cuando leemos acerca de la vida de Daniel, él fue llevado a Babilonia junto con un gran grupo de muchachos Israelitas. Sin embargo, en el primer capítulo de Daniel, cuando el encargado de los eunucos le lleva su comida gourmet con la copita del vino del rey, solo él y otros tres chicos, decidieron no contaminarse con la comida real. De todos los cautivos ¡Solo cuatro caminaron en su convicción! Y no digamos nada de Jeremías, rechazado por su misma familia por tener un mensaje negativo y hasta el día de hoy conocido como “el profeta llorón”.

A mí en lo personal, me encantaría ser como Ezequiel y tener todas esas visiones locas o vivir como Isaías y ser el “responsable” de anunciar la venida de Juan el bautista, el lugar de nacimiento del Mesías o la crucifixión. Sin embargo, la verdad es que a la mayoría de nosotros, al leer las historias de estos personajes bíblicos, deseamos sus ministerios pero no sus vidas. ¿Preparar el camino para la venida de Jesús? ¡heme aquí! ¿vivir en el desierto y comer langostas? Um…no gracias.

Sin embargo, hay una similitud que compartimos con los profetas mayores - queramos o no. Estos vivieron en las vísperas del cautiverio a Babilonia o en Babilonia misma. Y ¿sabes cuál era el lema de Babilonia? Según Isaías 47:8, su lema era “Yo y nadie más”. ¿Te es familiar? Este lema toca a la puerta de mi corazón a diario: “, te mereces un descanso Jaz”, me dice Babilonia. “¿Necesitan ayuda para servir el domingo?…que vaya otro, siempre voy yo”, susurra a mi oído. El mundo en el que vivimos, es una Babilonia moderna, que al igual que la antigua, sigue necesitando mensajeros, que brillen en medio de la oscuridad y llamen a otros hacia la libertad.

Así que, ¿habrá soledad para aquellos que decidamos vivir en contra de la corriente de Babilonia? Te lo aseguro. Los no creyentes no te entenderán y es posible, que los creyentes te tachen por ser “demasiado apasionado”, sin embargo la recompensa por ser “una voz que clama” es incomparable. Aquí en este lado de la eternidad, te aseguro que tendrás recompensas, no todos los días, pero de vez en cuando, Dios te dejará experimentar destellos del cielo al igual que lo hizo con Ezequiel. Pero aún más allá de este lado de la eternidad, tendrás recompensas eternas que harán que esas langostas que comiste en el desierto merezcan la pena.