El más humilde

daniel-van-den-berg-545349-unsplash.jpg

Hace unas noches salimos a la calle en Turquía para alabar y orar. Poco a poco nuestra música empezó a atraer a diferentes personas que se fueron acercando para ver que estaba haciendo este grupo ruidoso de extranjeros. Aunque tenemos que tener cuidado como y a quien repartimos tratados, normalmente acabamos hablando con casi todos los que se paran a vernos. Con algunos, nuestras conversaciones son muy limitadas ya que sólo “chapurreamos” los saludos básicos del Turco, mientras que con otros podemos hablar más extensamente en Inglés o con la ayuda de un traductor. En esta noche en especial, acabamos hablando y/o orando por unas quince personas. Hablamos con comerciales callejeros, profesionales regresando a sus casas después de un arduo día de trabajo, familias que salieron a pasear, gitanos…¡todo tipo de personas a las que pudimos invitar a una reunión especial que tendría lugar la noche siguiente! (Gracias a que una iglesia local nos deja usar sus instalaciones, podemos invitar a la gente que conocemos a una pequeña reunión semanal en la que ofrecemos comida típica de España y en la que compartimos un pequeño mensaje o testimonio).

Al día siguiente, nos preparamos para esta reunión semanal. A veces hemos llegado a tener a más de diez personas, mientras que otras veces hemos tenido a penas a dos o tres. Nunca sabemos cuantos vendrán, pero sí sabemos que, venga quien venga, estas vidas son increíblemente valiosas y que es Dios quien las trae. En esta noche en particular llegaron sólo dos hombres, a quienes tratamos como verdaderos invitados de honor. Seguimos nuestro protocolo habitual de compartir un testimonio, sacar comida y pasar tiempo personal con cada persona, compartiendo el evangelio y orando por ellos. Después de varias horas y cuando ya estábamos preparándonos para empezar a recoger, llegó un sin-techo sucio, poco atractivo, que acomplejadamente, mantenía su mirada en el suelo. Le habíamos conocido la noche anterior mientras tocábamos en la plaza, pero realmente no había mostrado mucho interés en venir a la reunión.

Aunque ya no teníamos nada de comer para ofrecerle, le dimos la bienvenido y le invitamos a sentarse. Dos miembros del equipo de España, un traductor y yo agarramos sillas y nos sentamos al rededor de Él.
– “Cómo te llamas” – le preguntamos. – “Mohamed” contestó él (cambio su nombre por motivos de seguridad).
– “Mohamed” – le dije – “Dios me está mostrando que aunque todos a tu al rededor han perdido la esperanza, Él ha puesto una esperanza en ti que nunca ha muerto. Tú siempre has sabido que algo bueno vendría, a pesar de las dificultades”  – “Sí” contestó Mohamed “¡es verdad! Yo se que Dios siempre ha estado conmigo”.
– “Mohamed” – continuó mi amigo Rodri – “¿por casualidad tiraron agua hirviendo sobre ti cuando eras pequeño?” – A Mohamed se le pusieron los ojos como platos y empezó a asentar la cabeza, – “Sí” contestó “pero yo, yo creo en Dios, él siempre ha estado” – dijo rápidamente, casi como intentando defenderse, mientras seguía con su mirada puesta en el suelo.
– “Mohamed” – seguí yo – “aunque Dios siempre ha estado contigo y su mano siempre ha estado puesta sobre ti, nosotros no podemos llegar a él con nuestros esfuerzos. Nosotros estamos en un lado y a veces pensamos que si hacemos muchas cosas buenas podremos crear un puente para llegar a Dios, pero no podemos. Si yo tengo una botella de agua limpia y le pongo una gotita de veneno, todo el agua estará envenenada. Lo mismo pasa con nosotros, de igual si hacemos muchas cosas buenas, ya estamos sucios por nuestra maldad. Isa (Jesús en Turco) es el puente para llegar al Padre.  – “Yo quiero darle mi vida” – dijo Mohamed.
– “Mohamed” – siguió mi amiga Glenda – “¿hiciste algo en el pasado por lo que te condenas a ti mismo? – Mohamed asintió la cabeza y miró fijamente al suelo. – “Sí” contestó él. “Sí”. Al instante Rodri empezó a decir en voz bajita y en Español – “wow, Dios me está mostrando como en el pasado él mató a alguien”.
– “Mohamed” – dije yo – “¿quieres perdonarte a ti mismo y recibir el perdón del padre?  – “Sí” contestó Mohamed.

Rápidamente le permitimos al traductor que le guiase a hacer una oración en la que se perdonaba a él mismo, le pedía perdón a Dios por sus pecados y aceptaba a Cristo como Su señor y salvador. Después de que orase le preguntamos como se sentía. Aunque Mohamed seguía lleno de complejos y aunque seguía siendo evidente que la vida no le había tratado muy bien, Mohamed empezó a levantar la mirada del suelo y empezó a mirarnos a los ojos. “Me siento bien” – contestó –  “siento mucha paz y siento gozo”.

La noche anterior, cuando habíamos estado cantando en la calle, muchas personas dijeron que vendrían a nuestra reunión. Familias prósperas, autónomos, comerciales,etc, pero Dios trajo al “más humilde de ellos” (Mateo 25:40 PDT). Al pobre, desamparado, en quien nadie se fija.  Cristo vino para sanar a los afligidos, liberar a los prisioneros, para consolar a los que están tristes…y ellos (los afligidos, prisioneros y tristes) reconstruirán las ruinas antiguas y levantarán lugares que fueron destruidos. (Isaías 61)

Nuestro Dios, grande en amor e inmenso en misericordia, escoge edificar usando vidas en ruinas. No hay persona demasiado rota, quebrantada o difícil para Él. Él nos ve, con nuestros complejos, nuestras vidas complicadas, nuestros pasados y nuestro pecado y nos escoge para Su reino. Te animo a mirar a tu al rededor y ver con Sus ojos de constructor amoroso. Mira y ve más allá a las personas en las que el resto del mundo se ha dado por vencido, a la gente a quien nadie valora, al pobre, al rechazado, al sucio y al mal oliente. Para nuestro padre, el más humilde tiene un valor incalculable.